En el ecosistema de innovación global, donde la transformación del conocimiento en soluciones de alto valor es una prioridad, las spin-offs se posicionan como un vehículo clave para dinamizar economías basadas en ciencia y tecnología. Estas entidades, nacidas de universidades, centros de investigación o empresas, juegan un rol estratégico al convertir resultados de investigación o desarrollos internos en productos y servicios comercializables. En este contexto, la propiedad intelectual (PI) adquiere un rol crucial para garantizar tanto la protección como la competitividad de dichas innovaciones. Su papel es decisivo, porque permite que las ideas que surgen de procesos de investigación e innovación no solo lleguen al mercado, sino que lo hagan de manera sostenible, generando impactos económicos y sociales duraderos.
Una spin-off es una empresa creada a partir de una entidad académica, científica o empresarial, con el propósito de llevar al mercado una tecnología, conocimiento o desarrollo específico. A diferencia de un emprendimiento convencional, las spin-offs se construyen sobre una base de innovación validada, lo que las hace especialmente relevantes para acelerar procesos de transferencia tecnológica al tiempo que promueven una cultura de innovación, fortalecen el emprendimiento de base científica y fomentan la colaboración entre universidad, empresa y Estado.
En países como Colombia, por ejemplo, la Ley 1838 de 2017 regula la creación de estas entidades, promoviendo el emprendimiento científico y tecnológico. Esta normativa define claramente las etapas para su formación, que incluyen desde la evaluación interna hasta la constitución legal y puesta en marcha, contempla beneficios para investigadores y docentes, así como mecanismos para que las instituciones reinviertan los excedentes, fortaleciendo así el ecosistema de innovación.
En el entorno universitario colombiano podemos ver múltiples ejemplos. La Universidad Nacional de Colombia – sede Manizales ha impulsado spin-offs como Inference, que crea herramientas de inteligencia artificial y software para comercializar tecnologías derivadas de investigaciones, y Harka, dedicada al desarrollo de simuladores industriales y maquinaria especializada. Desde la Universidad de La Sabana, Innfood comercializa ingredientes funcionales para la industria de alimentos, mientras que la Universidad de Cartagena cuenta con UNIMOL un laboratorio especializado en diagnóstico molecular reconocido por Minciencias por su contribución en la detección y secuenciación de variantes del SARS-CoV-2. Por su parte, la Universidad EAFIT ha desarrollado Tezio, que ofrece soluciones tecnológicas en ingeniería para diversos sectores productivos y desde la Universidad de Antioquia, Inbacter se enfoca en biotecnología aplicada al control microbiológico en agroindustria y salud. En Chile, la Universidad de Santiago de Chile ha dado origen a U-Sensing, que desarrolla sensores para el monitoreo en tiempo real de procesos mineros, y en Argentina, la Universidad Nacional de La Plata destaca con Gisens Biotech, dedicada al desarrollo de dispositivos de diagnóstico rápido basados en biosensores.
Estos casos reflejan cómo las universidades y centros de investigación de la región pueden convertir resultados científicos en empresas innovadoras capaces de generar valor económico y social, y cómo las spin-offs se posicionan como un puente efectivo entre el conocimiento académico y el mercado, potenciando la transferencia tecnológica en distintos sectores.
El dinamismo de las spin-offs también está ligado a la solidez de sus redes de colaboración. Un análisis realizado por Scandura (2022) con datos de 108 universidades de diversos países europeos, entre 2014 y 2017, evidenció que el número de proyectos conjuntos con empresas —incluyendo patentes en coautoría— tiene un efecto positivo y estadísticamente significativo en la creación de spin-offs. Aunque el estudio se centra en Europa, sus conclusiones son aplicables a América Latina: la interacción temprana entre universidad e industria no solo acelera la transferencia de tecnología, sino que incrementa las posibilidades de que los desarrollos lleguen al mercado como empresas viables, fortaleciendo así el ecosistema de innovación.
Todo este potencial de las spin-offs sería insostenible sin un elemento clave: la protección de los resultados innovadores que generan. En un entorno donde las ideas pueden ser replicadas con rapidez, la propiedad intelectual (PI) actúa como herramienta que permite escalar y sostener estos desarrollos. Sin ese respaldo legal y estratégico que proporciona la PI, el impacto de estas empresas se diluiría antes de alcanzar su verdadero potencial. En el caso de una spin-off, una gestión estratégica de los DPI permite garantizar el control sobre el uso y la explotación de los activos intangibles desarrollados, previene usos no autorizados o imitaciones que comprometan su competitividad, y facilita la atracción de inversión y el establecimiento de acuerdos de transferencia tecnológica con mayor seguridad jurídica.
Esta relación entre la IP y el éxito de las spin-offs se evidencia de manera distinta en cada contexto. Por ejemplo, según Morales Gualdrón, en España el fenómeno de las spin-offs está más consolidado: entre 2007 y 2016 se crearon en promedio 113 empresas de este tipo anualmente, muchas de ellas con participación accionaria de las universidades. Esta actividad se ha visto impulsada por una inversión creciente en I+D+i, que pasó del 0,78 % al 1,21 % del PIB entre 1996 y 2016. Además, las solicitudes de patentes hechas por residentes españoles en el periodo del 2007 al 2016 tuvieron un promedio de 1.603 solicitudes anuales.
En contraste, aunque en Colombia se carece aún de cifras consolidadas en el ámbito de spin-offs, se conoce que el gasto en investigación y desarrollo fue de apenas 0,185 % del PIB en 2007, aumentó hasta 0,306 % en 2014, y volvió a descender a 0,243 % en 2017. En términos de propiedad intelectual, los residentes colombianos presentaron en promedio 314 solicitudes de patentes anuales entre 2007 y 2016.
Esta situación refleja que, pese a la necesidad urgente de fortalecer la ciencia, tecnología e innovación (CTeI), la inversión pública sigue siendo limitada, lo que obliga a buscar mecanismos alternativos para financiar y sostener la investigación. En este sentido, las spin-offs representan una vía estratégica para que las instituciones de educación superior —especialmente aquellas que dependen en gran medida de recursos estatales para I+D+i—puedan capitalizar y comercializar los desarrollos ya generados, reinvirtiendo sus utilidades en nuevos proyectos científicos. De igual forma, constituyen una oportunidad para que las empresas que desean seguir innovando encuentren en la creación de spin-offs un modelo ágil para explorar mercados emergentes y diversificar su portafolio, sin depender exclusivamente de la financiación gubernamental.
La Ley 1838 de 2017 representó un avance significativo al habilitar la participación de las instituciones de educación superior y de sus docentes en la creación de spin-offs. En particular, al permitir que los empleados de universidades públicas pudieran realizar actos de comercio sin incurrir en inhabilidades, eliminó la principal barrera que dificultaba la transferencia empresarial de los resultados de investigación. Además, la norma reconoció los activos de conocimiento protegidos por propiedad intelectual como aportes válidos al capital de estas empresas, posibilitando su aprovechamiento comercial.
Si bien este marco legal sentó las bases para el desarrollo de las spin-offs académicas, aún persisten retos estructurales. La falta de una reglamentación clara de la ley y la ausencia de lineamientos uniformes por parte de Minciencias generan vacíos normativos que, en el caso de las instituciones públicas, mantienen la incertidumbre frente al control fiscal y disciplinario, desincentivando su participación como socias de estas empresas. A ello se suman las dificultades para definir con precisión la titularidad y distribución de los beneficios derivados de la propiedad intelectual, la ausencia de incentivos tributarios específicos y la escasez de fuentes de financiamiento especializado. En conjunto, estos factores limitan el desarrollo y el escalamiento de las empresas de base tecnológica en Colombia.
Por otro lado, persisten limitaciones estructurales que restringen la capacidad de estas empresas para crecer: si bien existen ecosistemas consolidados y redes que desde hace años buscan conectar a emprendedores con inversionistas estratégicos, los esfuerzos realizados no han sido suficientes para cubrir la magnitud de la demanda y las necesidades propias de los proyectos de base científica y tecnológica. A ello se suman infraestructuras de investigación aún insuficientes y mecanismos de financiación poco adaptados a este tipo de iniciativas. Son factores que no dependen solo de la voluntad de innovar, sino de la existencia de un ecosistema con la escala, las herramientas y los recursos necesarios para competir a nivel nacional e internacional.
Entre los desafíos más relevantes también se encuentran la limitada cultura en torno a la gestión de la PI, la falta de procesos internos para su protección y explotación, y las dificultades en la negociación de derechos entre investigadores, universidades e inversionistas. Además, como señala Sánchez-Esgua, persiste una percepción errónea de la propiedad intelectual como un obstáculo, en lugar de entenderla como una ventaja competitiva clave. Sin embargo, algunos casos nos demuestran que, cuando se gestiona de manera adecuada, la PI puede transformarse en una ventaja competitiva clave. Un buen ejemplo es el de Screen Capital en Chile, que creó el fondo Screen II, respaldado por capital privado y por la Corporación de Fomento de la Producción – Corfo, para invertir en industrias creativas y tecnológicas. En este modelo, la PI protegida se convierte en un activo central para atraer financiación, compartir riesgos y acelerar el crecimiento.
Superar estas barreras es fundamental para que las spin-offs contribuyan de forma decidida al desarrollo regional, abarcando la articulación entre diferentes países que comparten retos y oportunidades en ciencia, tecnología e innovación. En América Latina, por ejemplo, la colaboración entre ecosistemas con fortalezas complementarias permitiría que las spin-offs accedan a mercados más amplios, compartan infraestructura y generen proyectos conjuntos con un impacto que trasciende las fronteras. Para ello, se requieren acciones concretas: fortalecer las capacidades de investigadores y emprendedores en gestión de PI, definir políticas claras de transferencia tecnológica en las instituciones generadoras de conocimiento, y establecer mecanismos eficaces de promoción de alianzas público-privadas que viabilicen el escalamiento y la sostenibilidad de estas iniciativas.
Las spin-offs representan una herramienta poderosa para transformar el conocimiento en soluciones con impacto. Ya sea originadas en una universidad o en una empresa, permiten explorar nuevas oportunidades, diversificar modelos de negocio y generar valor económico y social. Pero para que ese valor sea sostenible, es imprescindible que la innovación esté protegida desde el inicio. La propiedad intelectual no debe verse como un trámite, sino como la estrategia que convierte el conocimiento en activo, el activo en valor y el valor en impacto.
Escrito por: Laura Patiño. Gestión empresarial PI y formación – PONS IP Colombia
Referencias
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